Los microcerebros humanos que acaban de crear un equipo de científicos austriacos tendrán seguramente muchas aplicaciones, pero es improbable que el trasplante sea una de ellas. No porque sean pequeños, imperfectos y carentes de un sistema circulatorio, pues cabe suponer que todo ello se irá resolviendo a medida que avance la tecnología de las células madre y la medicina regenerativa. Ni tampoco por cuestiones inmunológicas, ya que los investigadores del Instituto de Biotecnología Molecular de Viena han mostrado que pueden partir de células madre iPS, cuyo genoma proviene de un paciente y genera un “organoide cerebral” genéticamente idéntico a él que no provocaría rechazo en caso de trasplante.
El problema es mucho más simple y fundamental: nadie querrá que le trasplanten un cerebro, pues ya no sería él, sino el otro, el individuo creado en el tubo de ensayo, al que —por así decir— se le habría trasplantado el cuerpo del paciente. Casi marea pensar en estas cosas. Pero no hace falta pensar en ellas, al menos de momento. El objetivo de esta investigación no es obtener tejidos u órganos trasplantables, sino un material de estudio con el que ningún neurólogo se había atrevido a soñar.
En primer lugar, los microcerebros de unos cuatro milímetros de diámetro generados a partir de células madre humanas constituyen en sí mismos un sistema modelo óptimo para analizar el desarrollo del cerebro humano, algo que por obvias razones éticas no se podrían hacer en personas. Y en segundo lugar, la posibilidad de obtener estos “organoides cerebrales” a partir de células de la piel de pacientes neurológicos permite estudiar su enfermedad con una profundidad sin precedentes.
Los científicos de Viena lo han probado ya con un enfermo de microcefalia. Mediante células madre iPS, o de pluripotencia inducida, que han obtenido reprogramando las células adultas del paciente, han podido generar microcerebros y han descubierto que las células precursoras neuronales se convierten en neuronas antes de lo normal: una importante clave sobre esta dolencia hereditaria.
Lo que venga después es un continente biomédico tan vasto que ni la imaginación puede abarcarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario