jueves, 21 de noviembre de 2013

El ojo crítico del medio ambiente



Daniel Beltrá ha colgado tres de sus desgarradoras y plásticas fotografías sobre el vertido de petróleo del Golfo de México en el despacho del presidente de una conocida empresa petrolífera. «Las compró en una galería en la que expuse esta serie, pero, por temas de privacidad, no me dijeron de quién se trataba -cuenta-. Al galerista le dijo que las quería para que ni su equipo ni él se olvidasen nunca delo que puede pasar si las compañías de hidrocarburos hacen las cosas mal».

Beltrá (Madrid, 1964) es uno de los fotógrafos más prestigiosos y premiados del mundo. Pero prefiere no hablar de sí mismo. «A mí lo que me gusta es contar historias de naturaleza, de conservación», dice con humildad. Esas ganas de retratar las grandes amenazas del medio natural le han llevado a ganar premios como el World Press Photo o el Wildlife Photographer of the Year, los dos mayores galardones del mundo de la fotografía de prensa y de naturaleza. Ayer, recogió en Madrid el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad en la categoría de Difusión del Conocimiento, dotado con 80.000 euros.

En 2005, un trabajo sobre la gran sequía del Amazonas catapultó su carrera. «Yo nunca había presentado mi trabajo a ningún concurso, pero un amigo, el reportero, Tom Stoddart, casi me obligó a presentar la foto del barco varado en un Amazonas seco al World Press Photo, y gané», recuerda Beltrá.

Sus imágenes a vista de pájaro, a bordo de avionetas y helicópteros, se han convertido en el sello de identidad de su trabajo. «La foto aérea te da una perspectiva única de los problemas ambientales, permite contar historias que es imposible narrar desde tierra», asegura. «La primera vez que hice un trabajo desde el aire mi cabeza hico un clic, aquello me gustaba, era lo mío».

Sus fotos han ilustrado el deshielo del Ártico, la deforestación de los bosques amazónicos, contaminación en selvas tropicales o el vertido de petróleo del Golfo de México. Él se define «casi como un reportero de guerra» que documenta el impacto del ser humano sobre el medio ambiente. Y su trabajo no siempre resulta seguro. Después de colaborar con Greenpeace durante casi dos décadas, a Beltrá le cambia la cara cuando habla de los 30 activistas detenidos en Rusiapor protestar contra la explotación de hidrocarburos en el Ártico. «Conozco personalmente a 12 de ellos, pero tres son muy amigos míos. Es increíble pensar que podría ser yo, que podríamos ser cualquiera y que ya llevan 60 días en cárceles rusas», dice bastante afectado.

No le gusta hablar de riesgos, porque considera que el que realmente arriesga su vida es el habitante local anónimo que trata de hacer frente a las catástrofes ambientales en el lugar donde vive. Pero ya desde sus primeros trabajos con Greenpeace en 1995 en el atolón de Mururoa (Polinesia), donde la ONG internacional protestaba contra las pruebas nucleares francesas, el peligro era algo intrínseco a su trabajo. «En Mururoa nos sobrevolaba un helicóptero francés en todo momento y no era agradable pensar que tenías a toda la flota naval francesa detrás de ti. En aquella ocasión, acabó todo el mundo detenido», recuerda.

De todo su trabajo, la serie sobre el vertido de petróleo causado por la plataforma de BP Deepwater Horizon en el Golfo de México en 2010 es la que más repercusión ha tenido. Una imagen de pelícanos empapados de crudo le valió el premio Wildlife Photographer of the Year en 2011, el galardón más prestigioso en el mundo de la fotografía de naturaleza. Pero en aquella ocasión el trabajo tampoco fue fácil. «No nos dejaban sobrevolar la zona a menos de 1.000 metros de altitud. Y yo nunca había hecho fotos desde tanta distancia, aunque si lo pienso me vino bien para hacer algunas de las fotos más abstractas que hay en el libro Spill», asegura. «Tampoco nos dejaban acceder a las playas ni a los centros de recuperación...».

El trabajo aéreo no es algo que cualquiera pueda permitirse, y desde luego casi nadie puede luego rentabilizar. Beltrá ha contado en muchas ocasiones con el apoyo de Greenpeace. Pero en el Golfo de México no ocurrió exactamente así. «Fue muy curioso. Tuve la suerte de que una señora en Alabama decidiera financiar los vuelos. Empezó a llamar a periódicos locales para decir: 'Quiero que veáis lo que está pasando y ofrezco financiación para que podáis pagar la avioneta'. Cuando vio mi trabajo tras el primer vuelo que hice con Greenpeace me llamó y me dijo: 'No te conozco, pero he visto tu trabajo y quiero pagarte todos los vuelos que necesites», cuenta incrédulo.

Daniel Beltrá es un biólogo de vocación que no terminó la carrera porque su pasión por la fotografía llegó demasiado pronto. Es un amante del campo, «pero de ciudad», confiesa. «Si hago lo que hago es por ver El hombre y la Tierra de Félix Rodríguez de la Fuente de chaval en la tele de mis padres en blanco y negro», recuerda con nostalgia.

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