viernes, 21 de febrero de 2014

El 'Concorde' del Cretácico



Los primeros aviones modernos de pasajeros empezaron a volar hacia finales del primer tercio del siglo pasado. Se considera que el pistoletazo de salida al diseño básico de las aeronaves, que avispean continuamente los aeropuertos de las grandes ciudades, se produjo con la entrada en servicio, en 1933, del Boeing 247. Su fuselaje fue revolucionario y poco tardó la competencia en seguir sus pasos: sólo dos años después despegó el primer Douglas DC-3, con una línea muy similar. Hoy en día, un 247 pintado con colores vistosos en un glamouroso aeropuerto a nadie alertaría de su antigüedad... salvo si nos fijamos en la zona de admisión de cada uno de sus dos motores. Nueve cilindros refrigerados por aire y dispuestos radialmente le conceden un aspecto tan estético como antediluviano. De hecho, ese motor, el R-1340 Wasp, fue el primero diseñado por Pratt & Whitney, la marca que fabricó después, entre otros, los motores a reacción del mítico 747 Jumbo Jet o del colosal A-380 Superjumbo de dos pisos (en alianza con General Electric).

Se acaba de publicar el resultado de las investigaciones de un nuevo ejemplar de ave del Cretácico, al que se atribuye una antigüedad de unos 125 millones de años y que procede, cómo no, de... China (el paraíso de las aves fósiles). El lugar de su hallazgo se presta a realizar ejercicios de dicción: Dawangzhangzi, cerca de Lingyuan. No se trata de una especie nueva, pues ya fue definida en el año 2005 con el nombre, digno de seguir practicando vocalización, de Hongshanornis longicresta. Pero el estudio de este nuevo ejemplar por parte de un equipo compuesto por expertos de EEUU, China y ¡Madrid! (Universidad Autónoma) ha llevado a nuevas conclusiones.

La novedad más relevante que ahora se difunde acerca de esta ave, del tamaño de un tordo (unos 40-50 g de masa corporal), es que tenía una superficie alar -y también una carga alar- completamente comparable a la de un pájaro actual de tamaño similar. La relación de las proporciones del cuerpo con respecto a las de las plumas de las alas y de la cola permite proponer a los autores de la investigación que podría aletear continuamente a bajas velocidades y que sería capaz de volar durante largos trechos de un tirón, de modo parecido a como lo hacen las aves modernas, mientras que antes se pensaba que tal aleteo no sería posible en este tipo de aves por falta de una musculatura suficientemente robusta.

Este fósil tan excepcional ha permitido comprobar, además, queHongshanornis longicresta tenía dientes. Las impresiones de cinco de ellos se han identificado claramente en el maxilar y parece haber entre dos y cuatro, algo más pequeños, en el dentario (mandíbula). Aunque algunos autores sospechaban que los hongshanornítidos tenían dientes, eso no se había podido confirmar hasta ahora; de hecho, se había publicado lo contrario. Tener dientes constituye un rasgo primitivo para las aves que, como todos sabemos, no muerden, sino que pican. Pero, a pesar de que este animal pudo haber procesado el alimento en su boca, ha conservado otras evidencias de su dieta que lo relacionan con sus parientes actuales. Se trata de una decena de pequeñas piedrecillas -de unos 2 mm de diámetro- agrupadas en el lugar donde debió de estar su molleja. Dichas piedrecillas, que se conocen con el nombre de gastrolitos, ayudarían a estas aves a procesar alimentos duros, como sería el caso de semillas.

Un solo fósil ha desentrañado varias claves del modo de vuelo y de alimentación del grupo de aves al que se adscribe, los ornituromorfos basales. Hongshanornis longicresta, un pionero en el diseño del vuelo moderno pero con dientes que los mecanismos de la evolución a lo largo del tiempo descartarían por obsoletos, aún guardaba otra sorpresa: a pesar de llamarse longicresta... ¡el nuevo fósil demuestra que sólo tenía pequeñas plumitas en la cabeza!

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