Felix Baumgartner pasó buena parte de su infancia subido a un árbol. El aventurero que cautivó a todo el planeta el 14 de octubre de 2012, al saltar al vacío desde la estratosfera y convertirse en el primer ser humano que rompió la barrera del sonido con su cuerpo, siempre envidió a los pájaros.
«Desde que era niño, mi sueño fue ver el mundo desde arriba», recuerda el heroico saltonauta, en una entrevista exclusiva concedida a EL MUNDO con motivo de la publicación de su autobiografía, Mi vida en caída libre (ed. Planeta).
Baumgartner ha colgado su casco de paracaidista para siempre, y ahora se dedica a dar conferencias por todo el mundo sobre cómo vencer el miedo. El hombre supersónico confiesa que poco antes de lograr su hazaña, sufrió una crisis de ansiedad y estuvo a punto de tirar la toalla.
- ¿Por qué estuvo a punto de darse por vencido?
- Me quedé bloqueado por la sensación de agobio que me provocaba mi traje. El problema fue tan grave que el pánico casi me hizo abandonar el proyecto y tuve que recurrir a la ayuda de un psiquiatra. Pero al final quizás ésta fue la mayor lección vital que aprendí. Más que el salto en sí mismo, mi mayor éxito fue que fui capaz de superar este bloqueo. Ahora en las conferencias que doy por todo el mundo intento explicar a la gente cómo pueden superar los obstáculos en su vida y cumplir sus sueños.
- ¿Y cuál fue la clave que le permitió vencer ese pánico?
- Lo más importante fue reconocer que tenía un problema y compartirlo con los demás para buscar ayuda. Mi error fue ocultar durante mucho tiempo a todo el mundo que sentía ansiedad dentro de mi traje. El problema fue que me daba demasiada vergüenza reconocerlo porque se suponía que yo era el héroe y no podía admitir mi debilidad a nadie. Por eso me gustaría transmitir a todo el mundo que si tienen un problema, ante todo no lo escondan. Yo vencí al pánico gracias al apoyo de mi equipo.
- En todo caso, supongo que cuando llegó la hora de la verdad y subió hasta la estratosfera, ¿debió sentir algo de miedo?
- Por supuesto que el miedo nunca desapareció del todo, pero la clave fue controlarlo. El miedo no es malo, solemos verlo como un enemigo, pero en realidad es nuestro aliado, nos ayuda a estar concentrados para afrontar un reto. Lo que tenemos que hacer es controlarlo para que no se convierta en pánico. El miedo siempre estará ahí, pero si logramos dominarlo para que no nos domine a nosotros, entonces seremos el capitán de nuestra nave y alcanzaremos nuestros objetivos.
- ¿Qué sintió cuando finalmente salió de su cápsula, justo antes de lanzarse al vacío?
- Cuando abrí la puerta y salí fuera, la vista era única, increíble, sobrecogedora... En ese momento me di cuenta de que cinco años de preparaciones finalmente habían merecido la pena, y todo el trabajo duro que hicimos sirvió para algo. Entonces miré hacia abajo y vi la curvatura de la Tierra, y hacia arriba vi que el cielo era totalmente negro. Me hubiera encantado pasar más tiempo ahí, disfrutando de esa vista, pero tenía que darme prisa, porque una vez desconectado de la cápsula, me quedaban 10 minutos de oxígeno. Sabía que nunca volvería a ese lugar, así que disfruté de ese momento durante un par de segundos y tuve que lanzarme.
- Durante la caída recuerdo que me impactó mucho ver cómo su cuerpo empezó a dar volteretas de manera muy violenta, y hubo un momento en el que pareció haber perdido el control. ¿Llegó a temer en algún momento por su vida?
- No llegué a sentir tanto miedo porque habíamos desarrollado un sistema de seguridad para afrontar prácticamente cualquier escenario. Así que cuando mi cuerpo empezó a dar volteretas, esto era algo que me esperaba. Lo que no sabía era lo rápidos y violentos iban a ser los giros. Cuando llegó el momento, fue muy duro, sentí muchísima presión, pero siempre tuve la sensación de que podía frenarlo. No sé cómo lo logré, porque realmente es imposible entrenar para una situación que sólo se produce a velocidad supersónica, y en ninguno de mis vuelos de prueba alcancé esa velocidad. Pero el caso es que encontré la manera de resolver el problema, aunque tardé unos 35 segundos en detener por completo las volteretas.
- Y cuándo finalmente, pisó la Tierra, me imagino que debió sentir el mayor éxtasis de su vida.
- Fue un alivio indescriptible porque me quité muchísima presión de encima, después de tantos años de preparación. Hay que tener en cuenta, además, que muy pocas personas creían en nosotros. Mi primer pensamiento fue: «Dios mío, ¡sigo vivo!» A pesar de que nunca llegué realmente a temer por mi vida, hay muchas cosas que podían haber fallado así que hasta el último momento no podía estar tranquilo. Y después, mi primera preocupación fue saber si había logrado superar la velocidad del sonido. Durante la caída no tenía ninguna manera de saber si lo había conseguido, así que al aterrizar fue lo primero que pregunté, y me lo confirmaron. Fue sin duda uno de los mejores momentos de mi vida porque llevaba tantos años trabajando por este sueño, que no me lo podía creer.
- Hay quien opina que jugarse la vida de esta manera es una locura totalmente irracional. ¿Qué les contestaría?
- La gente suele ser muy rápida a la hora de ridiculizar ciertos comportamientos como «locuras», sencillamente porque tienen ni idea de lo que hablan. Pensemos en los hermanos Wright, cuando construyeron su primera máquina para volar y la probaron. Todo el mundo pensó que estaban locos, porque volar era algo que sólo hacían los pájaros, no los humanos. Pero 100 años después, todos volamos alrededor del planeta, y nadie nos toma por locos. Le doy otro ejemplo: el primer viaje a la Luna. A muchos les parecía imposible antes de que se convirtiera en un hecho, pero hoy los viajes espaciales son algo rutinario.
- Pero en el caso de su vuelo estratosférico, ¿sirvió para algo más allá de exhibir su hazaña? ¿Cómo se defendería de los que consideran este tipo de espectáculos un despilfarro absurdo?
- Por supuesto que tuvo utilidad porque desarrollamos toda clase de equipos de seguridad que podrían servir para proteger a pilotos y astronautas en situaciones de emergencia. Tras los dos accidentes de los transbordadores Challenger yColumbia, se supo que los astronautas aún estaban vivos antes de estrellarse. Es muy probable que podían haberse salvado si hubieran contado con los equipos de seguridad que desarrollamos para mi salto. En el futuro, los viajes espaciales van a ser cada vez más comunes, y se necesitarán sistemas de seguridad para minimizar el riesgo. Eso es justamente lo que desarrollamos nosotros, y hemos puesto todo ese conocimiento a disposición de la comunidad científica y aeronáutica para su aplicación en futuras misiones.
- A muchas personas les cuesta entender la psicología de una persona que se ha jugado la vida como usted para batir un récord. ¿Qué le motiva? ¿Es adicto a la adrenalina?
- No me considero un yonqui de la adrenalina, en absoluto. Más bien soy adicto al desafío en sí. Siempre me han atraído los retos, las cosas que nadie ha hecho hasta ahora, el sueño de ser el primero en alcanzar un hito. Ésa fue siempre mi motivación: lograr hacer algo que todo el mundo decía que era imposible, demostrar que lo aparentemente imposible era posible.
- Y tras lograr su hazaña, ¿cómo lo lleva? ¿Está disfrutando de la vida o siente un vacío existencial tras haber culminado el desafío?
- (risas) Es una buena pregunta. La verdad es que muchos atletas caen en una depresión si se retiran después de haber logrado una gran hazaña. Pero a mí no me ha pasado porque siempre tuve claro que me retiraría después de este salto. Pensé que si lo lograba, ya había agotado toda la suerte que puede tener uno en la vida. Porque siempre se necesita suerte, da igual cómo de bien te prepares, al final la suerte también cuenta. Así que mi plan siempre fue retirarme después del salto estratosférico, que culminó una carrera de 25 años de desafíos. Era el momento perfecto, ya no podía superarme más. Así que ahora me motiva compartir mis experiencias a través de mis conferencias y estoy feliz trabajando como Embajador de la ONU.
- ¿Pero el casco de paracaidista lo ha colgado definitivamente?
- Ya sólo me tiro en paracaídas con mis amigos, para divertirme, pero mi carrera profesional se ha terminado para siempre.
- ¿Qué aventureros del pasado le inspiraron?
- Hubo muchos, pero el que más fue sin duda Neil Armstrong. Nací en 1969, el año de su misión a la Luna, y una de mis tías me regaló una moneda conmemorativa de plata con la imagen de Armstrong. Cuando tenía cinco años, sujetaba esa moneda en la mano, miraba al cielo y me fascinaba la idea de que este astronauta y sus compañeros habían logrado salir de la Tierra, pisar la Luna y volver a casa sanos y salvos. Así que siempre me fascinaron las astronautas pero jamás me imaginé que de alguna manera me convertiría en uno de ellos al embarcarme en el proyecto Red Bull Stratos en 2005.
- ¿Le gustaría viajar al espacio, quizás como turista en alguna de las compañías que ya ofrecen vuelos como Virgin Galactic?
- Ya me han hecho un par de ofertas en este sentido, pero creo que es demasiado pronto para participar en un vuelo de este tipo, todavía hay dudas sobre su seguridad. Por eso de momento no han empezado a volar. Prefiero esperar a ver cómo funcionan los primeros vuelos antes de decidir si me gustaría participar.
- Pero supongo que le atrae la idea de volar al espacio. ¿Le gustaría viajar a Marte, si existiera esa posibilidad?
- Prefiriría ir a la Luna, porque creo que si quisiera ir a Marte, tendría que hacerlo sin billete de vuelta. A la Luna se puede ir en tres días, pero a Marte tardaría más de tres meses o medio año. Me parece demasiado tiempo y demasiada distancia. Mi gran sueño sigue siendo ir a la Luna, siempre soñé con esta idea desde que era niño. Supongo que nunca podré cumplirlo porque dudo que alguien pueda llevarme en lo que me queda de vida, pero si surgiera la oportunidad, no dudaría en apuntarme.
- Es curioso que su salto tuvo mucha más repercusión mediática que cualquier misión de la NASA desde los tiempos del Apolo. ¿Por qué cree que impactó tanto?
- La gente se aburre rápidamente de lo que ya ha visto en el pasado. Por eso los viajes actuales de la NASA interesan muy poco, porque se han convertido en pura rutina. Pero mi salto fue un desafío nuevo, y sobre todo fue el reto de una sola persona. Esto le daba una dimensión heroica, como cuando Hillary conquistó el Everest, que hoy apenas existe. Por eso fascinó tanto.
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