Su aspecto externo no resulta particularmente llamativo. Se trata deun cilindro metálico de menos de un metro de diámetro y con una altura aproximada de metro y medio. Alrededor tiene adosados diversos instrumentos y una maraña de cables y tubos. En la parte superior sobresale otro cilindro más pequeño con una puerta y en la parte inferior hay una especie de bandeja en la que se depositan las muestras. El revestimiento de color azul es neopreno, un material barato y eficaz para mantener constante la temperatura del interior, y también hay zonas cubiertas de papel de aluminio para que el calor se conserve dentro. Como compara José Ángel Martín Gago, uno de los tres científicos que ha concebido esta máquina, «parece una cacerola gigante de acero inoxidable».
Pero no estamos en una cocina, sino en la sala de simulación de ambientes planetarios del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC), cerca de Torrejón de Ardoz (Madrid). Y la máquina que tenemos ante nosotros es la cámara de vacío más completa y versátil que existe para imitar las condiciones que se dan en Marte.
Y es que lo extraordinario es lo que ocurre en su interior: «La presión en el Planeta Rojo (de unos siete mbares) es entre cien y mil veces más baja que la de la Tierra (un bar). Por lo que respecta a las temperaturas, nuestra máquina alcanza un rango que va desde los -140º C a los 200ºC porque en Marte hay una gran variación entre el día y la noche (70ºC de diferencia), entre el invierno y el verano y en los polos respecto a otras zonas», explica Martín Gago, del Instituto de Ciencias de Materiales de Madrid (ICMM-CSIC).
La cámara, que se llama MARTE y ha tenido un coste de unos 150.000 euros, comenzó a construirse hace cinco años para validar los sensores ambientales de la estación meteorológica REMS (Rover Environmental Monitoring Station) que lleva el rover de la NASA Curiosity. Una vez completada esa misión, los investigadores quieren poner su cámara a disposición de cualquier científico que necesite simular las condiciones marcianas. Para darla a conocer, ayer publicaron los detalles de MARTE en la revista Review of Scientific Instruments.
«Queríamos hacer una cámara muy versátil, que pudiera ser utilizada por investigadores diferentes para probar cualquier tipo de instrumento controlando las condiciones atmósfericas de Marte, pero pudiéndolas variar. Sabemos que la atmósfera marciana está compuesta en un 95% por CO2 (la de la Tierra tiene nitrógeno y oxígeno), pero queríamos que se pudiera simular qué ocurriría si ese porcentaje fuera distinto o cuál puede ser el papel del agua», añade.
Simular la acción del polvo marciano
Además de introducir distintos gases, «se puede recrear la radiación ultravioleta que llega a su superficie a distintas horas del día. Como Marte tiene una atmósfera muy ligera, recibe mucha más radiación solar que la Tierra».
El polvo lo obtienen de lugares terrestres parecidos a Marte(denominados análogos). Los granos de polvo que han usado para este estudio, por ejemplo, proceden de una mina. Miden 60 micras de diámetro y se componen de óxidos de hierro: «Se usa muy poca cantidad, equivalente a cuatro o cinco cucharaditas de café», explica Martín-Soler mientras abre la puerta por la que se introduce el polvo.Junto a su versatilidad, «el otro punto fuerte de esta máquina es su sistema para generar polvo similar al que hay en Marte», que es uno de los mayores enemigos de los instrumentos que se envían a Marte. De este asunto se ha encargado Javier Martín-Soler.
Las cámaras de vacío, que se usan principalmente en alimentación o para fabricar electrónica, permiten a los científicos aeroespaciales evaluar cómo se deteriorarían los instrumentos que están diseñando si estuvieran en el Planeta Rojo, de modo que pueden mejorarlos antes de que sean lanzados. «También se usan para investigar cómo reaccionan muestras biológicas, por ejemplo, cómo sobrevive una espora o una bacteria en Marte, o para estudiar cómo la radiación daña una muestra de ADN o un virus», señala Martín Gago.
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